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La fotografía también tuvo influencia en la obra del pintor Edgar Degas a pesar de que trató de ocultarlo. En su obra pictórica son muchas las composiciones que nos recuerdan a las instantáneas fotográficas, es decir, sus composiciones tienen la espontaneidad propia de las instantáneas fotográficas. Un análisis detallado de las bailarinas representadas en su obra Le pas battu, por ejemplo, delata tanto por el encuadre como por la composición la intermediación de una instantánea fotográfica que capta a la bailarina en el aire.


Muybridge demostrará con su secuencia del caballo al galope los errores que cometían los pintores cuando representaban el movimiento.



Antes de la demostración de Muybridge, donde de manera objetiva se representan las posturas que adquieren los caballos en movimiento, las pinturas de caballos siguen el estilo denominado de galope volante, que representa a los caballos con las patas extendidas. La obra de Degas es un claro ejemplo de las influencias de la fotografía en la pintura y sirve como ejemplo su dibujo Annie a medio galope (1887) donde las posturas del caballo coinciden con las imágenes de las secuencias fotográficas de Muybridge.


La fotografía constituiría, de este modo, una novedad revolucionaria en el campo de la comunicación icónica, por la asociación de tres características esenciales: por su génesis no artesanal, sino automatizada, de la imagen; por su reproductividad ilimitada, aquello que vieron los ojos de un fotógrafo podía ser contemplado luego por millones de ojos y por su democratización de la producción de imágenes debido al rápido abaratamiento del medio y a la simplificación técnica de su uso. Así, al conseguir por medios fotoquímicos-mecánicos su propia imagen automatizada, el reflejo del hombre en el lago ancestral había conseguido por fin una permanencia estable y eterna a través del espacio y del tiempo.

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