Descubriendo la realidad

La incidencia de diversos factores en el proceso de hominización del ser humano ha sido destacada por autores varios, pero es Roman Gubern en su ensayo “El Simio Informatizado” quien marca la importancia de la imagen en este singular proceso. Bajo la teoría de la hipótesis del lago este autor afirma que el hombre primitivo, al verse reflejado en el lago, descubrió a un Otro que finalmente reconoció como sí mismo. “(...) con el reflejo en el agua, en el cerebro del hombre primitivo por vez primera lo icónico se hizo conceptual, a través de la conciencia de identidad (“este soy yo”) y en un gigantesco salto cualitativo de lo sensorial a lo intelectual”.

Pero para que el hombre adquiriera esta nueva capacidad psicomotriz fueron requeridas tres condiciones psicológicas:

  1. La memoria figurativa: para recordar y así reconocer las formas y colores de distintos objetos.
  2. La intencionalidad: de fijar algo de modo icónico.
  3. La clasificación categorial de los signos: para configurar la estabilidad de la relación entre un sentido y su significante.


En un primer momento, la relación que estableció el hombre con la imagen fue de carácter mágico. La figura tenía un poder taumatúrgico sobre la realidad, y el hechicero se identificaba con el homo pictor, el hombre creador de las imágenes. “El carácter mágico del arte primitivo –descubierto por Salomon Reinach– se sustenta, y pervive hoy, en el carácter sustitutorio del signo en relación con su referente ausente. Pero esta sustitución, en muchas culturas, no es simbólica sino ontológica. El africano que se disfraza con una máscara ritual de león o de chacal no está fingiendo o copiando a estos animales, sino que se transforma en ellos, pasa a ser efectivamente –en su conciencia y en la de sus compañeros de rito– un animal.” El signo no es entonces mero sustituto, sino que se vuelve el vector de una verdadera metamorfosis.

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